Lamentablemente, hay personas que han tenido un padre ausente. Es decir, que no siempre estuvo presente en sus vidas o no recibieron de él el amor que se supone debe proporcionarte un padre.

Si es tu caso, he decirte que esa falta de amor o de presencia no tiene que ver contigo, sino con él.   O sea, si tu padre te hizo daño, no es porque tú seas de una manera u otra, tiene que ver con quién es él.

En la relación con nuestros padres necesitamos ser vistos y aceptados. Y, por supuesto, que nos permitan ser quienes queremos. Pero si hay algo que realmente anhelamos es ser apoyados. Sin embargo, a veces, por alguna razón no recibimos ese apoyo de nuestros progenitores. Y esa falta de conexión la arrastramos como adultos. E incluso podemos exportarla a nuestras relaciones, a nuestro trabajo y hasta a la forma en la que criamos a nuestros hijos.

Si crees que no recibiste el amor de tu padre, ni su apoyo, seguramente tengas una herida profunda pidiendo sanar. La verdad es que llevo más de 20 años trabajando con personas que tienen este tipo de problema. Y, generalmente, eso influye en sus relaciones porque siguen sufriendo por esa carencia.

Evidentemente, cuando no entendemos el comportamiento de nuestro padre, lo juzgamos. Aparte, podemos tener miedo de afrontarlo y solemos desconectar para no lidiar con la herida. No obstante, esa no es la mejor opción, sino que es necesario comprender qué está pasando y recordar la energía de nuestro padre, para saber si sigue resonando dentro de nosotros.

Y no desesperes, puedes cambiar esta situación. Y si hay algo que no recibiste cuando eras niño o niña, ahora mismo te lo puedes proporcionar tú. Si quieres saber cómo, me encantaría ayudarte.